El cuadro reproducido arriba fue pintado por Arturo Michelena, un artista venezolano de la segunda mitad del siglo 19. La imagen muestra el momento cuando Bolívar rinde honor a la bandera al final de la batalla de Carabobo. Significa a la vez la separación de la Gran Colombia de España y la esperanza en un futuro marcado por la integración económica y política de los países. La batalla sucedió el 24 de junio de 1821, o sea exactamente 200 anos atrás. Por tanto, hoy parece un día indicado para preguntarnos dónde nos encontramos por lo que al continente americano se refiere.
Hace más de medio siglo Gabriel García Márquez escribió su gran novela “Cien Años de Soledad”. Poco después, respondiendo a un periodista quien quería saber de qué se trataba el libro, el escritor colombiano contesto “la soledad”. La palabra revela mucho pero esconde aún más. Personas, comunidades, países, continentes, todos podemos sufrir de las angustias que la soledad provoca. El sentido de no pertenecer a ningún grupo con que nos podemos identificar, de no tener a quién nos podemos pedir apoyo en momentos de necesidad, de no poder crecer junto con otros que comparten nuestras ambiciones y así darnos un respaldo mutuo, todos estos sentimientos contribuyen a crear un ambiente donde la confianza y la fiducia, estas hermanas esenciales al bienestar de una entidad social cualquiera, brillan por su ausencia.
Un otro escritor, esta vez mexicano y contemporáneo, Jorge Volpi, hizo uno de sus muchos comentarios perspicaces cuando dijo que no había sabido que existiese una entidad llamada “América Latina” hasta que llegase a hacer su doctorado en la famosa universidad española de Salamanca. Allí Volpe se dio cuenta que la expresión fue aplicada indiscriminadamente a cualquier persona o país de la región que se encuentra al sur del Rio Grande. Nadie se preocupaba de distinguir entre la extraordinaria diversidad de territorios, culturas, historias o lenguas de un continente que hoy alberga más de un 10% de la población mundial.
En el mundo de hoy, en que la cuestión (las cuestiones) de identidad se encuentra al centro del escenario en todos los países que quieren ser considerados como democráticos (los dictadores suelen ellos mismos imponer una definición que los convenga, generalmente haciendo llamadas a una versión particular de la historia del país que ellos controlan),¿ como debemos abordar la situación de los países del extraordinario continente que parece ser olvidado? La pregunta no permite una respuesta nítida pero el intento de encontrarla nos lleva a analizar las tantas dimensiones de la historia de los últimos decenios y a descifrar las fuerzas que han contribuido a generar la situación actual, sus desafíos y sus posibilidades. A grandes rasgos, se puede aventurar los puntos que siguen a continuación:
• Sin excepción, todos los países experimentan una tensión enorme entre las fuerzas populares que buscan más justicia social y un nivel de vida decente, y los grupos sociales y políticos que quieren consolidar la gran concentración de poder y de riqueza que ya existe
• El espacio público ofrece, en la gran mayoría de los países, un espectáculo poco alentador, donde la confianza en las leyes, la administración y la integridad de las personas se encuentra a niveles muy bajos
• En muchos países parece que el crimen organizado gana terreno, trayendo consigo no solamente ondas de violencia jamás vistas pero también la corrupción de las instituciones y cuerpos oficiales. La triste realidad es que a menudo parece que el Estado y sus oficiales existen para proteger los criminales (que a veces son los funcionarios mismos) en lugar de proteger la población contra los criminales
• Mientras es todavía difícil hablar de cadenas de valor añadido de productos lícitos que cruzan las fronteras y aseguran una cierta dependencia económica compartida entre grupos de países, la interacción sí existe en cuanto a algunas actividades ilícitas. O sea, en vez de poder detectar grandes avances hacia el sueño eterno americano de una integración, lo que sucede es más bien la internacionalización del crimen
• El continente jamás ha sido tímido respecto a grandes movimientos sociales cuyas ambiciones han casi siempre chocado contra gobiernos reacios a ceder terreno. Hoy en día la tradición parece ser aún más fuerte. Pero en los últimos años los locomotores y los objetivos de estos movimientos no son los mismos que se veían en el pasado. Ahora luchan a favor de una cierta autonomía en cuanto a la gestión de actividades colectivas, a favor de formas alternativas de dirigir el uso de los fondos públicos, y a favor de muchísimo más esfuerzos para asegurar una autentica representación de grupos minoritarios y de los pueblos indígenas. Es como si las observaciones del gran escritor peruano José María Mariátegui se vistiesen de carne y hueso y se transformasen en figuras reales participando activamente en las turbulencias sociales.
• Tras los años, el interés de los EEUU en la región ha disminuido muy sensiblemente. Aquel país que era una vez el actor que siempre desempeñaba el papel más importante en lo que a la toma de decisiones se refiere, hoy no es más que una sombra de lo que fue. Eso no quiere decir, cierto que no, que su presencia no se siente o que se puede ignorar olímpicamente algunas de las cosas que hace. Pero los cambios mundiales en la geopolítica y el peso económico de los grandes poderes hacen que América Latina no pinta por tanto en los cálculos de los EEUU. Obviamente los países vecinos a los EEUU, sobre todo México, Centro America y Cuba, aún tienen que caminar sobre ascuas en muchas de sus actividades económicas y políticas. Pero cuanto más al sur se va, menos importa la voz de Washington.
• Es verdad que Japón ha reforzado su presencia económica en la región durante las últimas décadas, y China hoy es muy presente. Esta acentuación del peso asiático debería ser evaluada a la luz de la erosión muy marcada del peso europeo y atlántico. La región del mundo que empujó brutalmente muchos territorios latinos a tratar con intereses económicos (y religiosos) ajenos, hoy parece un actor de un otro universo.
Si el retrato esquemático que se acaba de trazar conforme si quiera solamente un poco a la realidad, una conclusión nos llama a la atención. No hay continente en el mundo que recibe menos atención en los debates internacionales que América Latina. Mientras Asia del Norte y el Pacifico desempeña un papel de protagonista económico y foco de grandes preocupaciones de orden militar, Asia Central y el subcontinente indiano requieren maniobras diplomáticas de gran sutileza, África parece siempre el centro de atención para las iniciativas destinadas a reducir la pobreza, y el medio oriente reclama de forma permanente una actividad para evitar catástrofes de naturaleza bélica, ¿quién se interesa en el hoy y la mañana de América Latina?
Visto con estos ojos, se podría decir que Gabito jamás ha tenido mayor razón, que hemos alcanzado una soledad mucho más profunda que en cualquier momento del pasado. Si fuera así, ¿ podríamos afirmar que la situación es aún peor que lo que se ha vivido (sobrevivido) en épocas lantanas? A mi parecer, resumir la situación de hoy con semejantes palabras sería una gran equivocación. Para explicarme, quisiera volver a la perspectiva indicada por Volpi. Al aparecer en el escenario literario internacional, el escritor mexicano rompió todos los esquemas sagrados de sus magníficos predecesores y compatriotas. Mientras Rulfo, Fuentes, Paz, para señalar solamente algunos ilustres, se dedicaron a escribir sobre México mismo, Volpi miró hacia la Europa de los años de la segunda guerra mundial cuando redactó “En Búsqueda de Klingsor”. Y el contexto europeo no fue manipulado para hablar de México indirectamente. Sencillamente, el país natal del autor no figuró para nada. Pero enfocando así sus trabajos, el escritor llegó a pasar un par de mensajes de gran envergadura. Por una parte, en vez de vivir en un mundo asimétrico, donde los europeos y americanos se permitían de comentar libremente sobre los países del continente americano sin imaginar que los flujos pudiesen correr en el otro sentido, Volpi señaló la presencia de la voz del continente entre que comentaron sobre Europa y su historia (línea seguida en otros libros del autor). Por otra parte, la técnica empleada hizo hincapié en la singularidad de la historia de cada país. No se puede pensar que todos pertenecen a la misma canasta.
Si el mundo de hoy parece prestar poca atención a los países de América Latina, creo que esta forma de “soledad” debería evaluada positivamente. ¿Porqué? En estos días de junio de 2021, son tantos los países que viven situaciones dramáticas. México acaba de tener elecciones al punto medio de la Presidencia controvertida de AMLO. Los resultados subrayan las enormes divisiones de un país que es la cuña de tantas civilizaciones. El intento poco escondido de centralizar el poder y de lanzar un cambio de la Constitución no ha prosperado. El Perú, otro país que alberga tantas viejas civilizaciones, también tuvo elecciones presidenciales que de nuevo pusieron de relieve las complejidades tan magistralmente trazadas por Mariátegui. En un país de alrededor de 40 millones de habitantes, donde oficialmente es obligatorio de votar, ahora vemos 2 sucesivas elecciones presidenciales que han producido una diferencia de menos de 100 mil votos entre los dos candidatos. Chile recientemente eligió las personas que tienen que redactar una nueva Constitución para sustituir al aún vigente documento emitido durante los primeros años de la dictadura. La participación de un número significativo de científicos en la asamblea constitucional parece asegurar que Chile será uno de los primeros países del mundo a tener una constitución que tenga en cuenta el cambio climático y el respeto por el ambiente. Colombia sigue siendo un país donde los conflictos sociales, reflejos de las grandes desigualdades económicas y sociales que a su vez fueron a la raíz de las explosiones de 1948 y la muerte de Gaitán, se encuentran al centro de todo. Como si este problema eterno no fuese suficiente, Colombia también ha de gestionar la enorme onda de refugiados que se escapan de los desastres de Venezuela.
No se puede negar que se vive momentos de una enorme turbulencia, cuyos rasgos principales son las confusiones y contradicciones, las tensiones entre grupos tradicionales frutos del pasado y tantas entidades de la sociedad civil que buscan caminos nuevos. Pero todas las situaciones parecen tener una característica común. El papel de entidades extranjeras es muy reducido. La “soledad” ofrece mayor espacio para encontrar soluciones más congruentes a las situaciones específicas de cada país y cada región. Cierto que las luchas de hoy y mañana serán muy difíciles y las perspectivas en cuanto a las resoluciones de los conflictos no son especialmente positivas. Pero al menos la presión geopolítica no será tan sofocante como en el pasado.
En Irlanda se suele repetir la historia de un turista que se encuentra en el centro de Dublín pero quiere llegar a una ciudad de la costa atlántica. El turista pregunta a un habitante de capital que debe hacer. Como si fuese un filósofo de antaño, el residente de Dublín responde: “si yo fuese Usted, no empezaría de aquí”. Mas el turista está “aquí”. Los países del continente también están “aquí”. Solos o no, tienen que actuar según un estribo famoso del gran poeta catalán, Antonio Machado: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.